Milagro del anillo, exaltando a los humildes
Entre
los muchos hechos admirables realizados por mediación de la Virgen de
la Puerta, el más conocido es el “milagro del anillo”.
Cierto
día, poco antes de comenzar la novena de su fiesta, llegó a pie a
Otuzco, procedente de un poblado denominado Chimur, una devota muy
pobre. Deseaba mandar a celebrar una Santa Misa durante la novena, por
una intención particular muy apremiante. Como no poseía dinero para
encomendar la Misa, pidió limosnas por todo el pueblo hasta obtener la
cantidad suficiente. Satisfecha con el resultado, solicitó al párroco
local, un sacerdote de apellido Landa, la celebración de la Misa.
Pero
satisfacer a última hora ese deseo por ocasión de la fiesta de la
Patrona era imposible, debido a los múltiples pedidos de Misas que se
acumulaban para esas fechas. Desconsolada, la pobre mujer renovó el
pedido, que no pudo ser atendido por el sacerdote. Comenzó, entonces,
nuevamente a pie, el viaje de regreso a su pueblito.
A
mitad de camino, se encontró la desconsolada mujer con una joven
Señora, de porte majestuoso. Le pareció extraño que tan digna persona
anduviese sola por aquellos pobres parajes. La Señora le entregó un
precioso anillo, y le aconsejó volver inmediatamente a Otuzco y renovar
al padre el pedido de la Misa, pero sin referirse a ese inesperado
encuentro. La devota siguió la recomendación y retornó, siempre a pie, a
la casa parroquial.
Es
de imaginarse la sorpresa del sacerdote, al reencontrar aquella humilde
mujer que insistía en la celebración del Santo Sacrificio, mostrándole
la joya que él conocía perfectamente: era, ni más ni menos, el
valiosísimo anillo usado por la imagen de la Virgen de la Puerta en su
altar. Nadie había notado su desaparición. Y no le sería posible a la
pobre mujer apoderarse de esa joya en aquellos días, en medio de la
multitud de fieles. Ante tal demostración de predilección de la Madre de
Dios por aquella fiel devota, el sacerdote inmediatamente concordó en
celebrar la Misa.
* * *
Se dice de María Santísima, parafraseando la Escritura, que Ella tiene en sus manos “la llave que abre y nadie cierra; que cierra y nadie abre”.
En los conturbados días que nos toca vivir, frente a tantos problemas
insolubles y dificultades insuperables que nos agobian —tanto
espirituales como materiales— tengamos presente la admirable invocación
de Nuestra Señora de la Puerta, y pidámosle que Ella abra las puertas de
la solución a todas nuestras necesidades, como a las de nuestros seres
queridos y de nuestro atribulado Perú; y las cierre a las influencias
perversas del pecado y del desorden.
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